PINTANDO EL MUNDO DE COLORES
Hace unos
meses que observo con detenimiento a mi hija de 6 años. Es curioso cómo al
llegar a esta edad y comenzar los estudios “superiores“ empieza a apagarse la espontaneidad
tan hermosa. Desde mi experiencia encuentro esa capacidad innata e inocente
relacionada con el Arte.
Las obras
de mi hija Sara con 3 años de edad era todo color y expresión. No había
condicionantes, pensamientos o creencias preestablecidas. Sara disfrutaba a
raudales con sus folios, cartones, lienzos y pinturas. Cuando entró al colegio
a esa edad, su maestra, reiteradamente, le “enseñaba” a no salirse de los
márgenes, de los contornos, de las líneas. En un arrebato de esa inocencia,
Sara le dijo: «el Arte es Libre».
Esto lo
supimos porque nos lo dijo ella, y meses más tarde la propia maestra. Lo
curioso ha sido justo ahora, a la edad de 6 años, cuando ha comenzado a leer, a
escribir, a sumar, a tener exámenes… entre muchas de las incomprensibles formas
que tenemos la sociedad de “educar”. Mi asombro fue cuando hemos retomado esos
momentos de pintura en familia y ver que ya no había pasión en la pintura. Ya
no había manchas, luces y colores espontáneos, sino la representación gris del
mundo que conocemos. Mientras yo pintaba en el suelo con colores hasta en las
cejas, mi hija muy apenada, sin apenas manchar el pincel, me decía: «Papá, no sé qué pintar. Papá, no sé qué
color utilizar. Papá, no me gusta... Papá, papá, papá…» Ha sido toda una
revelación lo que ocurrió después de pintar esa flor tan bonita, pero sin
disfrute alguno.
Nos hemos
puesto los dos de rodillas. Hemos cogido los lienzos y hemos comenzado a pintar
con las manos. Entre chorros de agua y movimientos desenfrenados con el pincel,
mi hija ha recuperado la ilusión por la pintura (una de sus obras es la que
aparece como imagen en la parte superior de este artículo). Ha sido
impresionante ver sus obras terminadas y decirme: «Qué guay, papá. Quiero exponer como tú en esa casa donde están tus
cuadros».
Mi
aprendizaje está en no intentar cambiar lo establecido, pues es lo que es,
ahora. Pero sí continuar enfocándome en lo que quiero y voy creando desde las
paredes de mi casa, pues eso es lo que muy pronto recogeré en el mundo que
estoy creando conscientemente. Ya sabemos que estamos viviendo en dos mundos.
Ambos coexistiendo, pero siempre con el enfoque que yo quiero darle para
dirigirme al que en verdad siento.
Como
padres enseñamos a Sara a que en el cole sea como ella es dentro de las reglas
que hay. Y que si quiere pintar árboles que los haga, que si quiere rellenar de
rojo un círculo que lo haga, pero que cuando quiera romper moldes siendo ella
misma, que también lo haga. Lo importante es que como padres permitamos que el
Arte que hay en el corazón propio y el de nuestros hijos esté siempre encendido,
porque es lo que nos hace vivos, espontáneos e inocentes.
Si en vida
no disfrutamos es porque estamos muertos y aún no lo sabemos.