EL AMOR QUE TRANSCIENDE EL SUFRIMIENTO
Hay
una práctica que poco a poco voy desarrollando y que es muy beneficiosa para
estar en paz. Ya sabéis que la energía del corazón es el aroma de nuestro Ser,
esencia, espíritu, o como queramos llamarlo. Ir allí es volver a tomar el poder
de nuestra naturaleza y despertar todo el potencial creativo.
A
través de nuestras vivencias personales, podemos observar cómo hay ciertas áreas
de nuestras vidas que se nos resisten, en las que nos vemos más bloqueados,
donde la carencia se hace más evidente y el sufrimiento se manifiesta. Es en
estas circunstancias donde tenemos la opción de liberarnos de esta carga
innecesaria, pues de no hacerlo continuaremos caminando por el mar de la
inconsciencia.
La
práctica es muy sencilla, de hecho, es tan sencilla que la mente inferior del
ego la rechazará. Pero nuestra voluntad tiene que estar en llevarla a cabo si
queremos avanzar y aprender como humanos a amarnos. Este amor es recordar que
somos eso: amor manifestado. A veces,
esta palabra, suena a tópico, pero si accedemos al campo energético del corazón,
lo reconoceremos así porque lo sentiremos. La cuestión es crear este canal que
nace desde la conciencia y la vibración, ya que no es posible aceptar un conflicto
con la mente.
Si
por ejemplo estamos pasando una mala racha económica, estamos enfermos,
preocupados por la familia, mal con la pareja… tenemos que ver esa experiencia
como el eco de esa incapacidad para sentir el amor que hay en el corazón.
Para
ello, utilizaremos la respiración y el propio campo energético del corazón para
hacer germinar la semilla de la auto-compasión. Podemos escribir, si queremos,
lo que en ese momento nos hace sufrir: soledad,
pobreza, malestar…. Y observándolo, lo llevaremos al corazón.
El
puente será la respiración, ya que al inspirar diremos internamente: «abro mi corazón a lo que eres, te recibo
dentro de mí porque formas parte de mi experiencia».
Y
al espirar, diremos: «gracias por
ser como eres, gracias por enseñarme a recordar quién soy, gracias por ayudarme
a sentir el amor que hay en mí».
Una
y otra vez haremos este ejercicio, hasta que realmente sintamos la energía del
amor fluir dentro de nosotros. Al principio puede que haya resistencia, pero
será nuestra voluntad la que obre el milagro de la compasión.
Nos
sentiremos aliviados y en paz, y ésta será la garantía de que el proceso de
aprendizaje humano está llegando a su fin. Así que os animo a que si os sentís
mal, desorientados o pasando un tramo de carencias, paréis y os aceptéis tal y
como sois. Y no es sólo a nivel interior, sino también a través de la
experiencia externa, ya que será el reflejo manifestado de ese amor ocultado.
«Inspiro aceptación,
espiro gratitud», y
siempre desde el corazón.